Cuanto más crecemos, menos solemos recordar los primeros años de nuestra vida.
Es probable que tengamos un visión bastante clara de cómo era la vida cuando éramos niños o cuando teníamos, digamos, seis o siete años de edad. Hoy en día, podemos tener algunos fragmentos de memoria visibles si tenemos suerte, pero la mayor parte de los recuerdos nos lo tienen que contar o recordar.
Así que, cuando pensamos en cómo vimos el mundo y cómo nos sentimos acerca de nuestros cuerpos, sólo podemos hacer conjeturas sobre la base de lo que nuestros padres eran capaces de recordar.
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